Eres feliz. Planeas todo un futuro. Confías en alguien. Te sientes la princesa más querida y valorada. Eres única. Y por fin te tratan con respeto. Tenías todo lo que querías. Ponías la mano en el fuego. No dudabas.
De repente un día todo ese castillo se derrumba. Toda la ilusión se hace a pedazos. Esa persona muere. Ya no confías nunca más. Han destrozado tu integridad, se han cargado tu respeto y tu valor. Sientes asco. Piensas que has estado con alguien a quien no conocías. Y el estómago te da tumbos.
Vamos a hablar de la falta de respeto en la pareja. De los cuernos. De esos cabrones y cabronas que juegan premeditadamente a un juego que consiste en desvalorizar a la persona que supuestamente aman (¿la aman?), de ese capricho que se les presenta como un dulce, un dulce que se deshace nada más meterse en la boca; 30 minutos de placer, toda una vida sin la pareja inicial. No hay lloros. Una persona que es capaz de engañar no merece respeto alguno. No vale la pena prometerse que cambiarán. Si tanto amaba y lo hizo, volverá a hacerlo; si no te amaba y lo hizo, mejor que te dieras cuenta.
Quizás te harán sentir culpable. Quizás vendrán a rogar. Rogar un perdón que no merecen. O tal vez sí. Lo que jamás entenderán es que el ideal que se habían construido de ellos mismos, muere. Sus palabras dejan de ser auténticas. Sus planes pasan a ser burlescos. Se ha reído de tu confianza. Y eso no puede cambiarse. JAMÁS. Y el problema no es olvidar, el problema es que, sin darse cuenta, te han echado de su vida. PERO TE HAN ECHADO ELLOS.
Uno es libre de decidir con quien se relaciona. La pareja debe ser formada porque uno mismo quiere ser feliz con ella. Los que la forman por hacer feliz al otro eso es una farsa, una hipocresía, y no tiene razón de ser. Lo importante es ser feliz uno mismo, y que cada uno tenga el derecho de elegir si esa pareja le conviene o no. Y alguien que duda de estar contigo, alguien que fantasea con meterse en el cuerpo de otro, alguien que lo hace realidad y lo explicita… esa persona totalmente caprichosa e inmadura, cobarde y mentirosa, asquerosa y falsa, maquiavélica y estratega, muere. Ya no era quien amabas. Ese otro ha cambiado. Se ha ido lejos, muy muy lejos, para no volver. Los sentimientos son así de volátiles. Cuesta construirlos. Cuando por fin llegan, se vuelven robustos. Pero no es un castillo de hierro. Es un castillo de cartón. Y si el aire sopla muy fuerte, cae. Y nunca conseguiremos levantarlo en su forma inicial.
Lo levantaremos. Por supuesto que sí. La víctima recupera su fortaleza. Se cubre con sus mejores aliados. Se hace más sabio con el golpe. Y será suficientemente inteligente como para volver a confiar en un futuro. Se dedicará a vivir de la vida de nuevo. Se dará cuenta de todas las virtudes que tiene; y de los defectos, que son pocos, aunque reconocidos. Y estará orgullosa. Orgullosa de quererse.
Porque, si alguien no te respeta, ahí debe estar uno mismo para hacerse respetar.