martes, 13 de octubre de 2009

The point of the exercise is not to explain, but to respond. Okay? Children can do this


Ahora que ya he terminado aquel cursoquedijequecontaríaperoquenoharéporqueahorapasoaotrosasuntosymepilláisconunospelosquequé, os voy a contar mi presente.

Resulta que ahora estoy de (mirada entre atractiva e interesante) FASE EXPERIMENTAL (y ahora me callo y dejo que reine el silencio, con sus bolas del lejano oeste y su todo).

Para que os hagáis una idea, la maxiprueba de hoy consistía en, a grandes rasgos, meter a los ratones en un gimnasio y ver quién era el más chulo. Para ello, hemos requerido de un tapizado negro, una percha colgada de un palo con celo, y dos barras paralelas gimnastas, una de madera y forma plana, para los light, y otra de metal y redonda, para los machotes.

Y ahí estábamos los dos experimentadores, con nuestras carpetitas y nuestros cronos, en un laboratorio gimnasta. Que ríete tú, pero a uno le cogen ganas de colgarse de una percha (nooo, que aún no he contado para qué servía) (vale, pues lo cuento).

La gymkhana (el word me lo ha corregido así y no he querido tocarlo) empezaba colgando al ratón de la cola, cual atracción de feria. Y, en 6 segundos, teníamos que bajarlos hasta que fueran tan listos que pusieran las manos en lugar de la nariz, ergo cara, ergo bofetón. Una vez los mareabas tres veces (¡y sin biodramina!), pasabas al elemento de las barras. Y ahí teníais al ratón, agarrado al palo de madera, preparado para hacerse sus carreras en un miniespacio digno de circo. Aunque el más sado era el metálico, tan redondito él, sin poder agarrarse. Más de un CLEC se ha oído, cuando el típico ratón torpe perdía un poco el oremus. Y tú mirando para el lado pensando, si no será para tanto… mira los chinos de humor amarillo, que les hacen de todo y no se quejan… Aunque luego te acuerdas de que muchos van con casco, y te planteas si esa caída es muy traumática o los proteccionistas nos la aceptarían. Pero si es que uno es torpe, es torpe y ya está. Que te llega el típico ratón viejo, con su pata pa’l lao, con su ojo cerrao, y con su tembleque y ya te lo ves venir, que sonará el CLEC (además es que suena así: clec; no plas ni puf. CLEC).

Cuando ya los has dejado hacer el gimnasta un rato, los cuelgas de la percha. Así de literal. Cual morcilla. Y los tíos hay que verlos, haciéndose los dignos agarrados con todas las patas que puedan tener (algunos desarrollan nuevas ahí mismo, lo que es la adaptación), cuando tú ya vas mirando el crono pensando “ya te puedes haber traído el paracaídas porque…”. Y más de un gracioso puede pensar “¿y también se ponen a hacer un ejercicio gimnasta y dan vueltas?”. PUES SÍ. DAN VUELTAS, señores. Que se ha de ser atrevido, por dios. Cógete bien que te vas a comer el suelo y esta vez no estarás cogido por la cola… Y dale, ellos erre que erre. Luego estan los otros que les entra el giñe, se paralizan y dejan la pierna tiesa con una postura digna de contorsionista, agarrándose sólo del pelo del dedo meñique, por decir algo.

Pero el mejor, el mejor ha sido el que se ha quedado en la percha de pie, con una pata en el ángulo de 45º y la otra en el horizontal. Que sólo le faltaba arremangarse el tejano y decir alguna chunguería. Hay que ver cómo se lo tienen de creído estos musculitos, eh…


Qué de vida, la del ejercicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario