domingo, 18 de octubre de 2009

You'd better be talking about my hairstyle, sweety


No voy a ponerme a hacer una tesis sobre mi pelo, que podría, porque ya estoy cansada de escucharme decir “se me cae el pelo, me voy a quedar calva, yo creo que es estrés, tengo que ir al médico, ya-ya-lo-sé-es-que-no-tengo-tiempo”.

Pero ya hecha la introducción, diré que por fin el viernes me armé de valor y decidí ir a la peluquería. Y durante ese día me di cuenta de que el ser humano es tonto y ya está: ¿por qué odias tu pelo y de repente debes ir a cortártelo y ese mismísimo día crees que es un error, que en realidad te queda preciosa esa melena larga (y alopécica) (inciso: soy de las típicas que exagera UN MONTÓN)? Y te pasas el día mirándote y corroborando lo bonito que es y la locura que vas a cometer. Ese día, que me dio por pensar, también me acordé de lo graciosos que somos cuando salimos del saloon: ¿por qué parece que tengamos las cervicales contracturadas, sin querer mover ni siquiera las pestañas, por si eso nos hace despeinar? Y… qué gustete da ir mirándose por cada espejo de la calle, ¿verdad? Aprovechas hasta el reflejo de los coches…

Llegas a la peluquería cagao perdido. Lo primero que intentas hacer es asegurarte de que la peluquera te entienda. Mi técnica es, antes de que me mojen la cabellera cual pollo, enseñar con mucho arte creativo, cómo quiero exactamente que me lo deje. “Lo quiero así (cojo un mechón y me lo pongo a modo flequillo, ladeado)…jeje (risa de “me he dado cuenta de lo que hago es patético”)… y luego bueno más bien corto, como por aquí (te das cuenta que ni tú misma tenías claro cómo querías el corte)… vamos, ni muy corto ni muy largo (di que sí, qué bien te explicas)… PERO ES QUE CLARO (ya está, tenía que sacar la teoría paranoica), he pensado que si se me cae el pelo y me sale una clapa, pues igual este peinado no es muy acertado…” “a ver, deja que te mire (postura al estilo madre-mirando piojos al hijo)…¡pero si no tienes ni una! No mujer, que te va a quedar bien…” “y otra cosa… no… que… si podrías hacerlo con mucho cuidadito, que soy virgen de alopecia”.


El resto ya fue bien. Hercúleo porque fui con mi bebito cual maruja total, y se portó muy bien. Tan bien que desde el momento en el que la artista de los pelos me hijo el masaje en la bañera para cabezas, le cogió la narcolepsia dando cabezazos… para acabar dormidito en el carrito, posteriormente a zamparse la bolsita de ositos azucarados de la peluquera.

Y quién me mandó a mí hablarle de la evolución a la trabajadora…

1 comentario:

  1. No deja de parecerme curioso tanto esfuerzo por intentar aclararle a la peluquera cómo quieres que te deje... ¿no se supone que, independientemente de lo que les digas, acaban haciendo lo que les da la gana?
    Si lo hacen hasta conmigo, y mira que lo mío es sencillito, cuestión de cortar y punto, que no hay que hacerme ningún montaje capilar que sea nada del otro mundo... :P

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